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Concurso Literario Navideño

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Detroit en Llamas por Xeesheava

Hoy podría haber sido un día normal para Diego Santos.
Su día comenzó como cualquier otro, levantarse a las 6.00 AM, una ducha, un desayuno liviano y emprender viaje a su trabajo.
Diego trabajaba como IT Service en una pequeña compañía de cajas en la zona industrial de Detroit, como parte del contrato habían implantado unas minimas aumentaciones para ser mas eficiente en su trabajo, los cuales habían empezado a desconectarse y reconectarse causandole algunos dolores de cabeza.
Si bien las noticias habían dado el anuncio de que se acudiera a las clinicas L.I.M.B. para un recambio de hardware, el precio era bastante elevado y no podía costearse en esos momentos el tratamiento. Su empresa ofreció un prestamo el cual deducirían de su proximo pago, pero él lo rechazó, necesitaba todo el dinero que pudiera ganar, pues mes a mes tenía que pagar la mantención por divorcio.
Diego tenía una esposa llamada Matilda y una hija llamada Alice. Fue por desición de Matilda abandonar la casa y llevarse a la niña al enterarse que su marido era ahora uno de esos «aumentados robots sin alma», tal vez por ignorancia o miedo.

Diego llegó al trabajo ese día, todos parecían interesados en las declaraciones que en momentos iba a dar Hugh Darrow, pero a él no le parecía tan interesante como para quedarse, total, a la noche volverían a retransmitirla, por lo que se dirigió a la maquina de sodas y luego a su cubículo, se colocó sus auriculares y esperó.
Al tener poco trabajo se dedicó a jugar unas partidas de Solitario, hasta que por fin alguien del sector contabilidad requirió sus servicios:

Diego: «Soporte IT, Diego Santos ¿En qué puedo ayudarlo?»
Empleado: «Mi procesador de texto dejó de funcionar, necesitaría que…»

El empleado comenzó a gritar de dolor, lo que saturó los auriculares de Diego que instintivamente se los quitó. Aún escuchaba los gritos, pero no salían del auricular, estaban a su alrededor.
El cubiculo mas cercano era el de su compañera de trabajo, Jennifer, quien estaba arrodillada y doblada del dolor. Diego, se acercó a asistirla.

Diego: «¿Estás bien? ¿Qué les pasa a todos?»

Jennifer se dió vuelta bruscamente, sus ojos estaban inyectados con ira y comenzó a tirar manotazos intentando rasguñar a Diego, quien cayó al suelo intentando defenderse.
Asustado, rapidamente se levantó y comenzó a correr, a su paso veía como sus compañeros de piso se golpeaban entre ellos gritando y riendose, mientras otros intentaban agarrarlo cuando pasaba cerca de alguno, hasta que finalmente logró salir por una de las ventanas para evacuación en caso de incendios.
Se sentó un minuto a recobrar el aliento, pero fue rapidamente interrumpido por el rebote de una bala, cuando miró hacia abajo, observó a un oficial de policía descargando su arma contra civiles, cada ver eran mas, y lo rodeaban, finalmente el policia fue sobrepasado y cayendo al suelo murió a golpes.

Horrorizado y sobrepasado por la situación se dió cuenta que bajar a las calles sería una locura, así que tomó la desición de subir al techo.
Una vez arriba se tomó unos momentos para observar la ciudad, el ruido de sirenas de policía, alarmas y gritos se sincronizaban armoniosamente para interpretar una sinfonía apocaliptica, algo que Diego recordaría por muchos años, el día que todo se fue al infierno.
¿Qué podía hacer ahora? ¿Qué es lo que sucedía? ¿Como se encontraba su hija?
Se palpó sus bolsillos buscando su telefono celular, por suerte no se lo había olvidado. En su pantalla se mostraban dos llamadas perdidas de su ex-esposa, los dedos le temblaban pero logró pulsar el botón para rellamarla, se llevó el celular al oído y esperó a que contestaran.
Cada tono de llamada se hacía eterno y aumentaba su intranquilidad, al quinto tono, una voz entrecortada y sollozante dijo: «P–api?».
Sosteniendo con fuerza el telefono casi pegando la boca a él, dijo: «Si, hijita, soy papi, todo va a estar bien, ¿Como está mami? ¿Donde están?»
Su hija lanzó un gemido de pena y llorando le contestó: «Mamí…mamí… y su novio… se comenzaron a pegar, no…. no lo entiendo, estabamos cenando y todo se volvió un caos. Hay sangre… y no se mueven….»
Diego se llevó el telefono a la frente, cerrando sus ojos para intentar mantener la calma, respiró profundamente y volvió a colocarse el telefono en el oido: «Escuchame cielo, ¿Donde estas?»
Hubo unos segundos de silencio en la linea hasta que Alice respondió: «Escucho pasos… hay alguien aquí… es el guardia de seguridad… gracias a dios…»
A traves de la linea se escuchó los sonidos de Alice parandose y comenzando a correr hacia el guardia pidiendo ayuda. Diego gritó por el telefono: «¡No! ¡No corras!», pero ya era tarde, a traves de la linea se escuchó el sonido de un disparo, la caida del telefono, y la comunicación se cortó. El guardia seguramente había confundido a su hija con uno de estos locos y disparó a primera vista.

Ya no le quedaba por quien velar en este mundo, este hecho hasta ese momento inexplicable le había arrebatado a su hija de la mano de un paranoico con un arma.
El telefono volvió a vibrar, una llamada entrante de un número desconocido.
Al contestar una voz masculina comenzó a hablar: «Viejo, pensé que no contestarías, entonces creo que aún estas vivo.»
Abrío los ojos y respondió: «Pritchard…? Que está pasando?».
Frank Pritchard resopló con desgano y contestó: «¿Acaso no ves las noticias? El imbecil de Hugh Darrow activó un programa de autodestrucción, parece ser que ese nuevo hardware que insistentemente nos pedían que nos implantasemos tenia esa función incluida. De todos modos… quedate donde estés.»
– «¿Tú donde estás?» preguntó Diego.

Pritchard: – «Estoy en un lugar mas que seguro, el viejo Sarif y sus aires de superioridad dejaron su oficina bien aislada y solo accesible por elevadores, lamentablemente, si vuelve con vida, tendrá que buscarse una nueva secretaria. Repito, quedate donde estés, no esperes ayuda de nadie, ahora todos dependemos de un hombre.»

Santos: – «¿Frank Pritchard teniendo fe en la humanidad? Debe ser la reencarnación de Nuestro Señor.»

Pritchard: -«Muy lejos de serlo, pero es el único con las habilidades y agallas de empujar sus propios limites…»

Santos: -«¿Es ese tal Jensen del que tanto se habló?»

Pritchard: -«Si, es Jensen, nunca pensé que ese idiota pudiera ser la salvación de la raza humana. Debo colgar… mantente a salvo.»

La comunicación se cortó, pero había algo seguro, si Jensen lograba su objetivo, todo volvería a ser como antes, con renovadas esperanzas guardó su celular en el bolsillo.
En esos breves momentos de conversación, había bajado la guardia, y no advirtió que a sus espaldas se encontraban tres personas a punto de atacarlo.
Abrumado, intentó correr, pero al tercer paso se tropezó, en cuestion de segundos los tres agresores se encontraban encima de él.
Fueron cinco minutos de golpes de puño, rasguños y patadas, hasta que perdió el conocimiento y la vida.

Hoy podría haber sido un día normal para Diego Santos.
Pero a veces los seres humanos volamos mas alto de lo que podemos, y terminamos con las alas quemadas, como Icaro.

 

La siguiente obra es tambien exquisita, se trata de Carta de un Marine por Java

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