Diablo IV regresa con una octava temporada que apuesta fuerte por la narrativa y por romper el molde de lo previsible. Bajo la siniestra influencia de Belial, el infame Señor de las Mentiras, «El Regreso de Belia» se transforma en una experiencia más psicológica, más desconfiada, y mucho más personal.
El Regreso de Belia: tráiler
Nuevos personajes: Sayeena y Jarius, un dúo inesperado en la cruzada contra Belial
La octava temporada de Diablo IV introduce a Sayeena y Jarius, dos figuras clave que acompañan al jugador en su enfrentamiento contra las maquinaciones del Señor de las Mentiras. Sayeena, una antigua hechicera Vizjerei retirada, regresa a escena al detectar una perturbación mágica que amenaza con quebrar la realidad. Con un vasto conocimiento arcano y una percepción aguda de lo oculto, se convierte en la guía espiritual del viaje, revelando los secretos detrás de las apariciones y ayudando a desenmascarar los engaños que saturan el mundo. Por su parte, Jarius, autoproclamado caballero de la Catedral de la Luz, encarna la fuerza y la fe. Aunque recela del uso de la magia, reconoce en Sayeena una aliada necesaria, y su enfoque pragmático y ético sirve como contrapeso constante a la visión mística de su compañera.

Engaño, paranoia y un mundo que ya no es el mismo
Lejos de limitarse a incluir un par de eventos o tareas recicladas, esta temporada planta bandera con una historia que manipula tu percepción casi tanto como los combates. Belial no es un jefe más; es una presencia que distorsiona todo: personajes, entornos, y hasta las decisiones que tomes.
Desde las primeras misiones se respira un aire turbio. Los nuevos aliados —una hechicera huraña y un cruzado algo fanático— no inspiran confianza inmediata, y eso es a propósito. Se pone en duda todo: ¿a quién le creemos? ¿Qué parte de lo que vivimos es real? Esta capa de incertidumbre funciona muy bien con la ambientación oscura de Diablo IV y marca un cambio de tono respecto a temporadas anteriores.
Un nuevo tipo de enemigo: el jefe que no avisa
Belial no solo es parte de la trama: es un sistema. Puede aparecer cuando menos lo esperás, interrumpiendo combates clave como un glitch infernal con agenda propia. Derrotarlo en estas apariciones otorga recompensas dobles, pero el precio es alto: los combates no son fáciles y requieren reacción, builds bien pensadas y algo de suerte.
El sistema para desbloquear su forma final —una especie de versión definitiva con mecánicas que exigen reflejos y lectura de patrones— se siente como una evolución natural del endgame. No se trata de repetir contenido hasta el cansancio, sino de construir el camino con inteligencia y preparación.
Endgame con estructura y propósito en El Regreso de Belia
Uno de los mayores aciertos de la temporada es cómo organiza la progresión de jefes. Ya no es cuestión de farmear sin rumbo: hay un escalón claro de dificultad, recursos que se consiguen de forma puntual, y un sistema de grupo que finalmente hace que colaborar tenga sentido. Cada miembro aporta, cada run importa, y eso revaloriza el tiempo invertido.
Además, se puede elegir qué tipo de recompensas querés obtener en ciertas actividades clave, algo que alivia la frustración del azar puro y permite que el loot realmente tenga dirección.
Progresión que divide y builds que exigen
El sistema de experiencia tiene luces y sombras. Si bien el loot mejora en calidad y relevancia, la ganancia de experiencia se siente desigual: eliminar monstruos rinde poco, mientras que abrir cofres y completar tareas puntuales da un salto desproporcionado. Esto puede desalentar a quienes disfrutan del combate tradicional y la exploración.
En cuanto al diseño de clases, hay desequilibrios notables. Algunas configuraciones permiten jugar casi sin esfuerzo, mientras que otras demandan una coreografía digital agotadora. No es tanto un problema de dificultad como de ergonomía: no todos quieren dejar los dedos en el teclado para hacer daño decente. Ahí hay margen para afinar el diseño.
Aumento de dificultad en El Regreso de Belia
Esta nueva etapa ralentiza de forma intencional la progresión del personaje, alargando el tramo de nivel 1 a 60 para fomentar la exploración de builds y la planificación táctica. El botín legendario escasea en las primeras horas, lo que obliga a cada decisión de equipo a tener más peso. Al mismo tiempo, el rediseño del escalado enemigo introduce criaturas más resistentes y agresivas, con mecánicas revisadas que agregan capas de complejidad al combate en el mundo abierto y en mazmorras.
El contenido de jefes también ha sido reestructurado: se suman patrones de ataque más elaborados y habilidades que exigen precisión, no solo potencia. El sistema de invocación de jefes ahora es más claro y se premia la coordinación en grupo, especialmente en los tramos finales. Alcanzar el nivel de Tormento 4 es ahora un logro reservado para un porcentaje menor de jugadores, incentivando la optimización de builds y la cooperación constante. La experiencia general, aunque más exigente, es bien recibida por quienes buscan un endgame que verdaderamente ponga a prueba tanto la habilidad individual como la estrategia grupal.
Nombre del Jefe | Nivel (Tier) | Comparación de dificultad | Notas especiales |
---|---|---|---|
Mini Belial | Aparición tras jefes Tier 1/2 | Emboscada sorpresa, dificultad media | Duplica el botín del jefe vencido. Deja caer Betrayer’s Husks para invocar a Supreme Belial. |
Supreme Belial | Jefe del Exalted Lair | Máxima dificultad (Tormento 4) | Combate de múltiples fases. Puede soltar botín de cualquier jefe. Garante Uniques ancestrales y Infernal Compasses. |
Urivar | Jefe del Initiate Lair | Similar a Beast in the Ice | Jefe de la expansión Vessel of Hatred. Versión superpotenciada. |
Harbinger of Hatred | Jefe del Greater Lair | Similar a Duriel / Andariel | También de Vessel of Hatred. Ofrece un desafío intermedio-alto con mecánicas intensas. |
Conclusión: el engaño como mecánica y como atmósfera
El Regreso de Belia es probablemente la temporada más madura que ha tenido Diablo IV hasta ahora. No solo aporta desafíos interesantes, sino que se atreve a jugar con la mente del jugador, tanto en lo narrativo como en lo mecánico. El resultado es una experiencia que exige atención, análisis y, por momentos, paranoia.
Es un paso importante hacia una fórmula de temporadas más ambiciosas, con contenido que no se siente desechable. Quienes buscan algo más que subir niveles y equiparse encontrarán en esta entrega un viaje denso, oscuro y adictivo.
Agradecemos a Blizzard por facilitarnos un código para su reseña.
Lo Bueno
- La historia tiene peso, no es relleno: engancha, incomoda y sorprende.
- El sistema de emboscadas aporta tensión e imprevisibilidad.
- La estructura del contenido endgame tiene sentido y recompensa el trabajo en grupo.
- Poder elegir el tipo de botín en ciertos escenarios es una bendición.
Lo Malo
- El ritmo de experiencia puede frustrar a quienes buscan progresar luchando.
- Algunas builds requieren demasiada destreza para ser viables de forma cómoda.
- A largo plazo, la repetición de jefes puede desgastar, incluso con mejoras en el loot.