El político William Fourkiller propuso que cada juego con censura de la ESRB igual o superior a T-Teen tendría un impuesto específico de 1% en el mencionado estado, fondos que en teoría irían a fundaciones contra la obesidad y el maltrato escolar. Luego el proyecto de ley recibió cambios y observaciones que intentaban investigar la relación de los videojuegos violentos con la obesidad y el bullying.
El proyecto fue sometido a votación la semana pasada, siendo rechazada por un estrechísimo margen (5 a 6 en contra) cuyo proceso contó con un interesante debate. Pat Owenby -integrante de la junta evaluadora del proyecto- le consultó a William Fourkiller
“¿Por qué sólo los videojuegos? ¿Por qué no incluir a las papas fritas, la música rap o las películas?” a lo que el político respondió “Tenemos que comenzar por algún lado. No existe una fórmula mágica para resolver estos temas pero quiero crear conciencia respecto a ellos”.
Generalmente las leyes que intentar regular, calificar y/o castigar a los videojuegos tienden a fracasar y a ser poco prácticas precisamente porque tratan a los videojuegos como un tema aparte, como un bicho raro, anexo a las formas de entretenimiento que ya existen (como si por ese detalle fueran culpables).
Un por ciento, diez o cincuenta… da lo mismo, es un tema de simbolismos: un jugador que ha crecido en un ambiente sedentario probablemente será sedentario, sin importar si juega videojuegos, ve TV o algo más. Un jugador que ha crecido en un ambiente que valida el maltrato social, probablemente lo hará en su escuela, sin importar si jugó videojuegos violentos o no. La cuestión viene de casa, de crianza, de entregar filtros con los cuales ver el mundo; los videojuegos pueden estar relacionados (como muchas otras formas de entretenimiento) a modo de síntoma, no como enfermedad. Pero con los videojuegos es más fácil, son los parientes pobres del mundo del entretenimiento y no está tan mediáticamente blindada como el cine, la TV y la industria musical.
Lamentablemente Latinoamérica no está fuera de impuestos inventados (ánimo jugadores de Colombia) y leyes mal redactadas que intentan tapar el sol con un dedo (ni mencionar lo que deben sufrir nuestros amigos venezolanos), mientras esta clase de proyectos sólo lograrían aumentan los precios de los juegos en una industria que entre juegos y DLC tiene una clara tendencia al alza.
PD: Si comenzamos a considerar violento los juegos T-Teen, estamos mal.
PD2: Hay que ser bien caradura para legislar sobre violencia en videojuegos y tener apellido Fourkiller… ¡Fourkiller! Ahhhh, la ironía.